Categoría: opinión

Día del orgullo ¿freak?

25 may internet, noticias, opinión 6 comments

Todos los días del año son el día de “ponga_aquí_una_chorrada”. De esos días en los que mucha gente hace una pequeña donación contra el cáncer de “ponga_aquí_una_parte_del_cuerpo_humano” a cambio de una pegatina o lazo de color y lo muestran con orgullo como si fueran mejores personas que los que no lo llevan. Mañana ya será otro día y ya ni me acordaré de esa gente que tiene que sufrir los estragos de la quimioterapia o el hambre en el mundo. Pues hoy toca el día del orgullo “friki”.

“Friki” viene de la palabra inglesa “freak”:

freak [frɪ:k]

I nombre
1 monstruo
2 familiar estrafalario,-a
3 familiar fanático,-a
a music freak, un fanático de la música
4 a freak of nature, un capricho de la naturaleza
II adjetivo
1 insólito,-a
a freak storm, una tormenta inesperada

Los “freak” originales eran por ejemplo el hombre elefante (Joseph Carey Merrick) (recomiendo ver la película de David Lynch), los gemelos originales de Siam (Chang y Eng Búnker), la familia Doll, la mujer lobo (Julia Pastrana) (u otras personas con hipertricosis) y un largo etcétera. Al fin y al cabo gente con enfermedades congénitas.

Con el tiempo en el castellano la palabra se ha ido deformando hasta crearse el anglicismo “friki”, perdiendo su significado original para tomar la acepción de “fanático” pero casi exclusivamente para temas como por ejemplo el manga, anime, rol, cómic, figuritas, ciencia ficción, cosplay, etc.  Otaku, el equivalente japonés, sin embargo mantiene el significado de fanático ya que describe a un fan de cualquier cosa (se puede ser otaku de la música o la cocina por ejemplo), pero en Japón tiene a vece un matiz despectivo (incluso de insulto) ya que algunos otakus se dedican a su afición de manera obsesiva hasta le punto de aislarse de la sociedad.

Yo no me considero “friki”. Y eso que me lo hayan llamado muchas veces. Aunque me guste la ciencia (si hablo del gato de Schrödinger ya me dicen que soy “friki”), los ordenadores (por instalarme una máquina virtual que ejecuta el sistema operativo de mi móvil ya soy “friki”, otra vez), las películas de ciencia ficción (por ir a ver a Edward James Olmos con pase de prensa), por comprarme una consola antigua por 60€ y tenga la habitación llena de cacharros no me considero una persona estrafalaria ni fanática. Al menos me considero menos estrafalario y fanático que cualquier cani pastillero o aficionado al tuning que se gasta más dinero en su coche que en comer.

A mi me parece muy bien que os disfracéis, vayáis a convenciones de Star Wars, juguéis a rol (como hacen varios de mis amigos) o veáis todo el anime del mundo. Lo que me revienta es que uséis con “orgullo” una palabra con matices despectivos para autodefiniros y que dejéis que se rían de vosotros a la cara año tras año por estas fechas cuando los del telediario de turno os sacan por la tele.

Adivina a 4000 yenes (32€) la media hora.

No, hoy no voy a comentar nada sobre el idioma nipón. Ayer al terminar la clase de japonés mi profesora me pasó una hoja de periódico, y es lo que voy a transcribir hoy. Una carta al director publicada en El País (día 3 de julio de 2009) escrita por un japonés que vive en Barcelona.

Imagínese que se traslada a mi país, a Japón, con sus hijos en edad escolar. Y escolariza a sus hijos con la ilusión de darles la oportunidad de aprender japonés. Y al escolarizar a sus hijos encuentra que todos los colegios imparten clase en una lengua regional japonesa (también tenemos lenguas regionales, como en casi todos los países). Y que no encuentra ningún colegio con el japonés como lengua vehicular.

Supongo que usted, atónito, preguntaría por qué no existen colegios con la lengua oficial común del Estado. Y le cuentan algo sobre que hay que proteger no sé qué y que es una especie de revancha contra no sé quién que hizo que hace más de 50 años esa lengua regional estuviera perseguida. Y usted sigue sin entender por qué no puede elegir en Japón una educación en la lengua oficial común del Japón, el japonés.

Pues bien, esto me ha ocurrido en Barcelona, donde actualmente no hay ningún colegio con español como lengua vehicular. Ni público, ni concertado, ni privado.

En mi país, todo el mundo entendería que usted no tuviera ningún interés en que sus hijos aprendieran una lengua regional de mi país, pero sí japonés. Y aquí en España, ¿entienden que nosotros queramos aprender español y no catalán?.

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